UN 6 Y UN 4
… O «HAY QUE TENER ARISTAS, NIÑO»
Hay cosas que uno recuerda porque sí. No sé por qué, pero me acuerdo de un día en el que una compañera de clase me dijo que cuando cantaba Led Zeppelin, parecía que cantaba gregoriano. Son cosas que están como escondidas en los pliegues de algún sitio dentro, y de repente un día te encuentras recordándolas sin entender por qué.
Luego hay cosas que uno recuerda, y con razón. Yo, por ejemplo, me acuerdo de Paco, un profesor de mi colegio que me enseñó, entre otras cosas, a ser totalmente riguroso y totalmente excéntrico al mismo tiempo, y ambas a tope. Todavía estoy intentando descubrir cómo.
Un 6 y un 4 comenzó como un proyecto en el que trabajar mano a mano con un grupo de 5º de primaria y su profe para llevar a cabo una obra artística durante un mes. Autorretratos y creación sonora, así lo llamamos. Forma parte de Levadura, un programa de residencias para creadores en escuelas del Ayuntamiento de Madrid, con el apoyo de la Fundación Banco Santander, y coordinado por Pedagogías Invisibles.
Cuando llegué al cole, me encontré con Andrea, la profe, que desde el primer momento era todo fácil, todo claro, todo implicación, todo con ganas. O sea, una suerte de compañera de viaje. Y me encontré con sus 22 alumnos, dispuestos a todo, abiertos y honestos, muy divertidos. Y, muchos de ellos, provenientes de culturas y mundos muy diferentes al mío. Más suerte.
Durante un mes hemos jugado mucho, hemos hablado de nosotras mismas, de cosas personales (“profe, es que hay una cosa que he escrito que me da vergüenza leerla”), de cosas importantes. Hemos tenido la oportunidad de conocernos y re-conocernos, a través de recordar y crear juntas. Hemos abierto con cariño una grieta llena de florecillas en medio del cemento de la escuela.
Pero todo se acaba. Y llegó el día en que, después de mostrar nuestra creación en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid, cerramos el proyecto, de vuelta al cole, con nuestras florecillas.
No sabía bien cómo despedirme. Y entonces me acordé de Paco, mi profe del colegio.
Me acordé de cuando llegaba a clase y nos retaba a un concurso de silbidos (siempre ganaba él). O cuando recitaba de memoria el monólogo de Segismundo, o las Jarchas emilianenses, y se le llenaban los ojos de lágrimas espesas. De cuando llegaba a clase y decía “niño, hoy no me apetece dar clase, estoy muy cansado, sal y cuenta algo interesante”. O, “niño, tu madre trabaja mucho, está muy cansada, tienes que darle besos cuando llegues a casa.” De cuando me pidió disculpas en el pasillo por haberme tratado mal.
Así que, como queriendo continuar la huella de Paco, les hablé a los chicos de él. Y traté de transmitirles lo más importante que Paco me enseñó, entre análisis sintáctico y análisis sintáctico, una grieta florida en el cemento, también.
Paco nos decía siempre:
Hay que tener aristas, niño. Si te gusta la música rock, eso está muy bien, pero tienes que leer a Góngora también. Si te gusta ver el fútbol, genial, pero entonces tienes que aprender a cocinar y conocer los árboles. Hay que tener muchas caras, hay que ser una persona sorprendente, niño. Hay que tener aristas.
Yo les contaba todo esto a los chicos, y me miraban como desde el futuro, como no entendiendo y entendiendo todo al mismo tiempo. No sé si, con un poco de suerte, Un 6 y un 4 habrá servido para hacer un hueco también dentro de todos ellos, quizá solo de algunos, en el que guardar y cuidar sus aristas, recordar quiénes son.
Para mí está claro que Un 6 y un 4 ha sido, sobretodo, una oportunidad para construir y compartir aristas y recuerdos, pequeños e importantes. Y guardarlos con cariño. Espero que sea algo parecido para los chicos y chicas del grupo de 5º de primaria del Legado Crespo.
Gracias a ellos y a Andrea por el viaje.