ACTRIZ EN TEATRO FORO
O… DESDE FUERA HACIA ADENTRO
Cuando el protagonista es el público, cada función promete ser muy diferente a la anterior. Desde el escenario me asomo hacia las butacas y allí encuentro esa zona de peligro de la que tanto hablamos en los ensayos o en la barra del bar. ¿Qué va a pasar hoy en la función? “Sé lo que tengo que hacer, pero no sé lo que va a pasar” es la frase con la que nos lanzamos los actores cada día a cualquier función. En el teatro foro es como si esta frase se tridimensionara: ¿quiénes de los que han venido hoy aquí derrocharán su generosidad compartiendo un poquito de ellos mismos para que nuestra Carmencita se sienta un poquito menos sola?
Carmencita ya no puede más, está agotada, está enferma; sin embargo no contempla la posibilidad de decir o hacer las cosas de otra manera. No cree que exista una forma diferente de relacionarse con su hermano o con su hija o con su marido. Parece que no hay salida y que el cambio no es posible. La catarsis que experimento como personaje y como actriz –cuando un especta-actor entra a escena- reside precisamente en la liberación con respecto a quién soy, a quién es Carmencita.
Como actores, trabajamos con el conflicto en la escena. Cuando entro como Carmencita en la escena en que caigo al suelo por no aguantar más tengo como deseo del personaje que alguien agarre a la abuela por mi hoy, que alguien me abrace y me convenza de que hoy toca descansar. Eso no es lo que sucede en la escena y por eso está servido el conflicto teatral. El otro día alguien levantó la mano y gritó: ¡stop!, se convirtió en mi marido, entró justo antes de que yo tuviese la oportunidad de coger a la abuela e hizo todo aquello que yo deseaba y necesitaba. Tras la escena, Lucía como joker, moderaba el debate, preguntando si la decisión propuesta por la especta-actriz, aportaba soluciones a la situación de la familia. Confieso que no estaba escuchando. Me duraba aún el placer de haber experimentado el cambio y -que fuera en la ficción- no lo hacía menos real. ¿Por qué nos emociona tanto contemplar como un personaje gira y cambia una actitud que estaba hasta entonces haciéndonos daño? Tal vez porque el simple hecho de manifestar la capacidad transformadora del ser humano nos genera esperanza. O tal vez porque nos cuesta tanto hacerlo en la vida real que experimentarlo en la ficción es enormemente liberador.
Pero el ¡stop! también se escucha para sustituirte a ti. Una chica adolescente -de quien sabemos no ha tenido mucha oportunidad para asistir al teatro- sube al escenario y se enfrenta a Julián como nunca antes había hecho Carmencita. ¿Magia tal vez? ¿No es verosímil que Carmencita adopte esa actitud? Tal vez. Pero yo me pregunto: ¿no es magia lo que necesita a lo mejor esta chica hoy en este salón de actos? No lo sabemos. Pero lo que sí se es que por un momento su opinión está siendo escuchada ante una audiencia de cien personas y que sus nervios no han impedido que se suba al escenario y se convierta en una poderosa Carmencita. ¿No es acaso esa una de las mayores armas del teatro foro?
En los camerinos la función ha terminado, pero los actores seguimos revueltos. “¿Has visto lo que ha dicho hoy esa señora?”; “He alucinado con lo que ha hecho ese chico…” Estoy deseando encontrarme con nuestros próximos especta-actores. Y descubrir cuántas nuevas preguntas tienen para nosotros.